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Wacquant, L. (2001): “Pensamiento crítico y disolución de la dóxa” en,  Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, nº 53, 2002, pp.83-88.

La especie humana, un animal

     social, cultural, diverso y determinado

Ensayo 1 para la materia de Sociología,

   1r curso de Antropología,Universidad de Barcelona

De Sousa, B. (2001): "Las tensiones de la modernidad" en, Foro Social Mundial. Otro mundo es posible. Barcelona, El Viejo Topo, pp. 163-189.
Campillo, A. (1999): "Cuatro tesis para una teoría de la Historia" en, El gran experimento. Ensayos sobre la sociedad global. Madrid, Catarata, 2001, pp. 43-73.

Como síntesis de lo que, a mi entender, cada una de las lecturas aporta al debate (la singularidad del modo de ser de los humanos como especie animal) me gustaría proponer cuarto grandes adjetivos que voy a intentar que ordenen mis pensamientos a lo largo del texto, especificando previamente que, entiendo cada uno como consecuencia del anterior. Considero simplificador plantear el ser humano como un animal “social” en una particular forma que lo califica también como “cultural”, con una variabilidad que añade el concepto “diverso” pero que a la vez implica fuertemente el “determinado”. Intento a continuación exponer los razonamientos que me han llevado a dicho enunciado.

El primer concepto, SOCIAL, representaría la necesidad del ser humano de vivir conjuntamente a otros humanos, perteneciendo a una estructura de relaciones entre individuos. Antonio Campillo considera que las tres necesidades básicas - la reproducción (o el sexo), la supervivencia (o el hambre) y la interacción con otros (o la violencia) - resultan en tres relaciones sociales básicas - las parentales, las económicas y las políticas - articuladas mediante lo que denomina “universo simbólico”. A mi, por ese momento, me gustaría remarcar la propia existencia de relaciones en sí mismas, y el resultante formato de vida en grupo como situación en la que se ponen en relación entre ellas. La particularidad del ser humano como organismo vivo que para satisfacer dichas funciones instintivas construye un marco social de interacción entre individuos que abordan la supervivencia de forma colectiva (menor o mayor). Por sí sola, la organización en grupo no sería un aspecto exclusivo del animal humano, pero seguramente sí lo es la poca autonomía del individuo en solitario y la consecuente dependencia del conjunto.

Asimismo, considero relevante la complejidad que adquieren las estrategias de supervivencia como grupo. En la primera parte del texto de A. Campillo (la que me resultó más difícil de comprender) especifica que “nuestra vida está condicionada por el cuerpo viviente que recibimos de nuestros progenitores, por el entorno exterior en el que hemos de sobrevivir y por los otros seres humanos con los que convivimos”. Mi realce de ese ámbito seria la particularidad del ser humano de una convivencia social que engloba los conceptos, que los relaciona de forma colectiva y que respecto los primeros dos añade (y no puede prescindir) de una tercera dimensión de sociedad. Donde la mayoría de animales se adaptan a un entorno ambiental de forma genética o fisiológica, el ser humano es el único organismo vivo que ocupa los más diversos ecosistemas, sin prácticamente ninguna adaptación física y sobrevive mediante sus hábitos, o su capacidad de transformar el entorno a su favor para satisfacer sus necesidades. Cuando otro animal crece pelo o caza, el ser humano construye cobijo y cultiva alimentos, desarrollando su entorno en vez de su cuerpo; y esa particular forma de adaptación contribuye a la situación indefensa del individuo en solitario. Genera una necesidad del otro y la creación de estructuras de vida colectiva con su variedad de relaciones; parentales, económicas y políticas.

La forma en qué, alrededor del mundo, se organizan dichas formas de vida colectiva y los razonamientos (o saberes colectivos) en que se fundamentan serían el motivo por el cual el adjetivo CULTURAL sigue mi planteamiento. Entendiendo la cultura como la estructura que regula esa vida en colectivo. Aquí, considero pertinente hacer referencia a lo que Boaventura de Sousa Santos define como “constelación de topoi”: el universo compartido entre miembros de una misma cultura en la forma de concebir o de razonar las varias dimensiones humanas. La red mental de argumentos a los que colectivamente se recorre para justificar la vida y con los que una comunidad en particular articula el pensamiento y la experiencia. Una segunda particularidad del ser humano sería, por tanto, el echo de que cada sociedad, se autoconstruye mitos, teologías, normas, ideas, valores en función de los que regir la vida en comunidad y la experiencia humana individual; unas formas de concebir la realidad y de razonar colectivas (pero particulares de cada sociedad) que regulan la propia organización de los individuos en conjunto y la concepción o el valor de los diferentes aspectos de la vida humana.

Volviendo a los tres “condicionantes” iniciales de nuestras vidas que planteaba Campillo, aquí remarcaría la importancia del la particularidad del mundo en el que naces y la compleja interpretación del mundo que ese colectivo del que formas parte transmite a los nuevos miembros. Las concepciones, o definiciones, o el valor, que un individuo tiene, o da, de la familia, el trabajo y los otros son en la gran mayoría debidos a la posición que la sociedad a la que pertenece les da en su estructura mental colectiva. Peculiarmente, cada posible articulación, cada cultura, con su constelación de topoi particular, considera que su “versión de la vida” (por falta de mejor concepto) es la lógica, la evidente, la conducta correcta del ser humano. La adquisición de estos conceptos figurativos del discurso colectivo de forma inconsciente frecuentemente lleva a la concepción de que es la única forma de estructurar el pensamiento, pero lo que resulta colectivo dentro de una misma cultura, es radicalmente diferente de las lógicas o razonamientos de otra.

De aquí deriva el tercer adjetivo, DIVERSO, y se añade como una particularidad más del animal humano lo que podría definir como la extraordinaria variedad en que se articulan dichas estructuras mentales a las que hemos llamado culturas. Como los diferentes seres humanos (en el espacio y la historia), con unas mismas necesidades biológicas, hemos formalizado la vida en grupo en sociedades radicalmente diferentes, con unas concepciones colectivas de radical variabilidad. B. de Sousa desarrolla el ejemplo de la dignidad humana, y de como algo que en occidente nos parece tan obvio como la concepción de la dignidad humana en términos de derecho es interculturalmente concebida de forma tan diferente. El dicho popular “el sentido común es el menos común de los sentidos” adquiere, por tanto, una nueva dimensión y me sirve de referencia a lo que él denomina la “hermenéutica diatópica”. Tal como yo lo he entendido vendría a ser la necesidad de comprender esa diversidad humana, esa multiplicidad de realidades, al generar un dialogo intercultural, desde la comparación, que permita dar luz a la calidad incompleta de toda cultura desde una perspectiva “entre culturas”. 


Esa necesidad de perspectiva externa es fruto de lo que será mi cuarto adjetivo, DETERMINADO. Hasta aquí hemos establecido el ser humano como una especie que “necesita” una organización en sociedad, con una amplia variedad de estructuras culturales, que pautan el funcionamiento dentro de lógicas colectivas. Es, por tanto, un animal complejo e inteligente, capaz de adaptar el entorno a sus necesidades, de crear una estructura mental y contarse unas “historias” que configuran un ideario colectivo y transmiten unos valores, pero así mismo, frecuentemente ciego a sus propias construcciones. Ciego al inmenso condicionante que es la sociedad en la que nace y le educa, y a la importancia que adquiere el discurso del colectivo, hasta donde llega la influencia de esta estructura mental compartida y los discursos o argumentos a los que la sociedad recurre. Aquí quiero hacer referencia al primer de los textos, de Loïc Wacquant, en que expresa la necesidad de “pensamiento crítico”, del constante replanteamiento de nuestras estructuras mentales, de qué valores reproducimos en nuestros discursos y de por qué tiene el poder que les atribuimos. El cuestionar el ideario colectivo que seguimos, cómo se ha construido (con qué intereses) y qué otras posibilidades existen.

Finalmente, y ya como conclusión, referencio el último de los tres textos, A. Campillo, y su cuarta tesis, la (quizás optimista) idea de que actualmente, con una estructura de funcionamiento de lógicas globales, y desde lo que B. de Sousa seguramente denominaría cosmopolitismos, se están rearticulando las relaciones de parentesco, económicas y políticas, y está surgiendo un nuevo universo simbólico. Una estructura de pensamiento colectivo mundial, que funciona con el equilibrio de las tres relaciones, y que engloba la humanidad en una misma sociedad global. Una situación, pero, que tiene que tener presente la particularidad del ser humano, la diversidad en que se conciben las dimensiones humanas y la vida misma en cada estructura social concebida hasta ahora. Una situación de sociedad en la que, el pensamiento crítico y el dialogo (o la hermenéutica diatópica) permitan la convivencia de culturas con concepciones diversas de la experiencia humana y seamos capaces de considerar opciones fuera de nuestros determinismos.

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